lunes, 23 de abril de 2012

Relatos que se esconden tras la tragedia de la Panamericana



“Al ver que se llevaban su cuerpo

sólo alcancé a pedirle la bendición”


Según la entrevistada, Pdvsa se comprometió a gestionar ayuda para la madre de la fallecida, así como su hija. “Mi tía era el sustento de su casa en Guárico”

Johana Rodríguez
jrodriguez@diariolaregion.net/@michellejrl


LOS TEQUES. “La impresión era tan grande de ver la humanidad de mi tía reducida a esa masa calcinada, que al ver que su cuerpo era trasladado sólo alcancé a pedirle la bendición”, relató aún afligida Daymara Calaca, quien el 2 de enero se enteró que su tía era una de las víctimas fatales del siniestro ocurrido en el kilómetro 4 de la carretera Panamericana el 29 de diciembre. 
   
En medio del caos y el dolor que caracteriza toda pérdida trágica de un ser querido, Daymara, vecina de la calle Guaicaipuro de Los Teques, vio un rayito de luz cuando un hombre identificado con una credencial de Pdvsa, se le acercó en la morgue de Bello Monte para asumir los gastos funerarios.

“Uno está con mil pensamientos en la cabeza, con el sentimiento de pérdida y de paso sabes que debes lidiar con el asunto de la funeraria, pero afortunadamente, tal y como lo habían prometido, el Estado se hizo cargo sin mayor burocracia, ni papeleo, lo que definitivamente se agradece”.

Según la entrevistada, aquel funcionario con carpeta en mano, sólo les solicitó la copia de la cédula de identidad de la occisa, identificada como Dulkis Durelis Medina, así como sus datos. “Nos preguntaron dónde deseábamos que fuera enterrada, así como si deseábamos velarla, aunque por las condiciones en las cuales quedó, y el olor tan fuerte producto de los cuatro días que llevaba en la morgue no era recomendable; así que decidimos que fuera enterrada de inmediato; por lo que lo comunicamos y trasladaron su cuerpo al Hospital Militar y posteriormente a Guárico, donde fue sepultada en horas de la mañana de este martes 3 de enero.

Siendo Dulkis el sustento de su hogar, el cual compartía con su madre, una dama de la tercera edad que está incapacitada y permanece en silla de ruedas; así como su hija de 20 años, estudiante universitaria, Pdvsa está evaluando el caso a propósito de gestionar una ayuda especial para esta familia que quedó desmembrada tras el trágico hecho ocurrido hace una semana.



Terror en los ojos
A sus 18 años, es mucho lo que ha visto Daymara, sobretodo después de visitar la morgue de Bello Monte, donde su tía fue identificada con el número 519. “Después de ver cuerpos apilados como si de pan se tratara, madres rogando porque les devolvieran los cuerpos de sus hijos y patólogos que, acostumbrados a ese caos, tratan a la gente sin ningún tacto, la perspectiva de mi vida cambió”.

-Cuando hacía la fila con mi familia para reconocer el cadáver de mi tía, uno de los patólogos empezó a gritar: “Dónde están los parientes de la 519, la quemada del autobús”, lo cual me dio mucha indignación, pues ella, así esté muerta, tiene un nombre y tiene dolientes que están sensibles ante la pérdida.

Aunque Daymara se contuvo en ese instante, no pudo quedarse callada cuando escuchó cómo otro trabajador de la morgue le respondió a una progenitora que lloraba a su vástago. “Ella decía que se quería llevar a su hijo (muerto) a la casa, y el hombre le respondió: “Señora, su hijo está tirado allá abajo con un poco de tiros”.

-Allí no soporté y le dije que era un abusador, que así como hoy éramos nosotros los que llorábamos a un familiar; mañana podría ser él. No sé si me hizo caso, pero al menos pude desahogarme.

Según la estudiante universitaria, el olor putrefacto hace que los trabajadores de la morgue utilicen mentol debajo de la nariz. “Es indescriptible lo que se vive allí, te lo cuento y se me eriza la piel. El cadáver de mi tía lo tenían envuelto en una especie de plástico”.

Caso cerrado
Con el entierro de los restos de Dulkis Durelis Medina en Guárico, se da fin al dantesco episodio en la vida de Daymara, joven que apenas con mayoría de edad tuvo contacto con una tragedia que, aunque no vivió en carne propia, si la ha marcado por el resto de su existencia.

“Ella vivía en otro estado pero era muy cercana a nosotros en Los Teques, tanto que vino a pasar el año nuevo con nosotros, sin sospechar que ese sería su último viaje. Más de una vez se hizo cargo de mí cuando yo era una niña y mi madre debía salir a trabajar. Hoy, desde otro plano, sólo le pido que nos cuide y que nos eche la bendición”.

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