martes, 17 de septiembre de 2013

Si la Panamericana hablara


Johana Rodríguez
jrodriguez@diariolaregion.net/ @michellejrl

Corría el año 1953, era buena moza, de piel tersa e invitaba a todos a recorrer sus curvas. Entonces era la más alabada, llegando a convertirse en la más cotizada de su época.

Todos querían conocerla y no dudaban de hablar públicamente de sus virtudes: fresca y un poco fría, carente de accesorios, pero siempre dispuesta a ser visitada.

Tanta amplitud la llevó al agotamiento e incluso a ser la  más odiada, llena de arrugas que delatan el paso inexorable del tiempo y los maltratos físicos de los cuales ha sido víctima.

Se trata de la carretera Panamericana, concebida en sus inicios para el tránsito diario de 14 mil vehículos, pero que según cifras de la gobernación de Miranda, para mediados del 2010 ya sobrepasaba los 120 mil.

Aunque los conductores siempre tienen algo que decir sobre esta arteria vial, en la mayoría de las veces de connotación negativa, en la edición aniversario de La Región decidimos elucubrar sobre el otro lado de la moneda.

Si la Panamericana hablara tendría una voz quejumbrosa, un poco ronca de tanto dióxido de carbono inhalado y con tono triste relataría todo de lo que ha sido testigo en primera fila, pasando desde atracos en las “formidables” colas que se forman ya no sólo durante las llamadas horas picos, las inundaciones durante la temporada húmeda hasta la proliferación de invasiones.


No dejaría de nombrar una de las tantas tragedias anunciadas, cuando cayó una gran roca que aplastó un automotor y mató a su conductor, en hecho ocurrido durante el año 2007, cuando finalmente se dedicaron a la realización de una pared atirantada.

Mencionaría aterrada cómo durante el año 2009 el entonces ministro de Obras Públicas y Viviendas (Mopvi), Diosdado Cabello, fue alcanzado por un motorizado y su parrillero a la altura del km 4 en dirección Caracas - Los Teques para ser robado, hecho frustrado por los escoltas del exgobernador mirandino.

Recordaría el mega hueco del año 2011 que llegó a medir más de 15 metros de largo en el kilómetro cero, a la altura de la Valle- Coche, tras la rotura de una tubería de aguas blancas que llevaba años anunciando que no aguantaba más.

Alzaría su voz contra las autoridades que sólo se acuerdan de hacerle un cariñito cuando algún personero del alto Gobierno va a visitar la capital de Miranda o el calendario anuncia la llegada de algún comicio electoral.

No dejaría de mencionar con un poco de rencor el maltrato de sus supuestos amigos, los conductores, que lanzan basura a su paso y colillas de cigarrillos, provocando incendios cuando la temporada de sequía dice presente.

Eventualmente se reiría de los coloridos personajes que la pisan, desde pedigüeños, pasando por charleros que comienzan con su célebre frase “yo salí de prisión pero no quiero volver a robar” haciendo que hasta el más pichirre colabore, llegando a los más recientes malabaristas que han decidido probar suerte en su asfalto.

No ocultaría su orgullo por ser motivo de disputa entre las autoridades, quienes con la llegada de Henique Capriles Radonski a la gobernación mirandina peleban de quién sería responsabilidad.

Agradecería los planes de bacheo que le han aplicado para devolverle un poco de su jovial apariencia y que hace que uno que otro chofer le lance un piropito, lo cual suele ser recurrente los fines de semana a altas horas de la noche, cuando a alta velocidad gracias al poco tránsito se desplazan los más jóvenes que retornan de alguna rumba y dicen para sí mismos “ojalá la Panamericana fuera así todos los días” o “así provoca”.

Finalmente diría al ritmo de la más reciente canción de Marc Antony que la vida es para vivirla y que carretera que se respeta prefiere ser transitada que abandonada. En fin, que hablen mal o bien, pero que siempre hablen.

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