martes, 17 de septiembre de 2013

De que vuelan vuelan



Johana Rodríguez
jrodriguez@diariolaregion.net/@michellejrl


La inauguración de la carretera Panamericana fue vista con beneplácito. Muchas personas sólo iban para conocer la imponente vía que pronto se convirtió en noticia por el número de accidentes que reportaba.

Aunque algunos achacaban el incremento en los siniestros a la densa neblina que rodeaba el lugar y la ausencia de defensas, había quienes insistían que eran producto de una aparición.

Mientras las especulaciones iban y venían, las tragedias no paraban, existiendo una muy particular en la década de los 80, cuando una fémina fue arrollada a la altura del kilómetro 33, según relata un abuelito que hace vida en el sector Cumbre Roja que asegura haber vivido en carne propia la espeluznante experiencia que jamás podrá borrar de su cabeza.

“Yo trabajaba en un matadero y esa noche, un viernes recuerdo, decidí quedarme con mis compañeros echándome unos tragos de ron, pero ya a las 12 aproveché la cola con un amigo, lo llamábamos Juancho por cariño, que en paz descanse”, relata no sin dificultad Romero Guzmán, quien suma 80 años.

-Íbamos conversando y después de lo que es hoy la alcabala de la Guardia Nacional (GN) vimos la silueta de una persona. Entre la oscuridad, la neblina y los tragos no distinguíamos si se trataba de un hombre o una mujer, pero como eran otros tiempos durante los cuales la inseguridad no era problema, no dudamos en bajar la velocidad para ver de qué se trataba. Cuando el carro se detuvo por completo descubrimos que no había nada; nos miramos con complicidad y seguimos el camino.

No habían pasado cinco minutos cuando aquellos hombres nuevamente divisaron la misteriosa figura. “Entonces vimos con claridad que se trataba de una mujer de larga melena y vestido holgado, un poco rasgado incluso, pero eso no era lo asombroso. Lo increíble es que quedamos como embelesados y cruzó frente al carro y la impactamos”.

Romero se persigna mientras recuerda vívidamente la tétrica historia que hace que su rostro se ponga lívido como la cera. “El efecto del alcohol se nos fue como por arte de magia. Recuerdo que nos bajamos del carro en busca del cuerpo, pero no hallamos nada”.

Entonces pensaron que se trataba de una mala jugada de la bebida espirituosa que habían ingerido antes de emprender el viaje; que tal vez habían visto una luz de un carro que venía en dirección contraria y que habían atropellado a algún perro, así que nuevamente sus ojos se encontraron, esta vez nerviosos y se montaron en el automotor, un malibú verde oliva.

Para liberar la tensión las risas no se hicieron esperar. “Empezamos a hacernos bromas pesadas en medio de las respectivas groserías mientras revivíamos el episodio, hasta que el silencio llegó para ser interrumpido por un siseo que provenía del asiento trasero.

-Nuevamente nos vimos. Al notar que no había sido ninguno de los dos los responsables de aquel sonido, volteamos, topándonos de frente a la misteriosa mujer que estaba sentada atrás señalando la curva donde minutos después volcamos.



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