martes, 17 de septiembre de 2013

Manual para sobrevivir a las colas


Johana Rodríguez
jrodriguez@diariolaregion.net/@michellejrl

Cuando los vecinos no protestan, aparecen las cuadrillas de limpieza y si no llueve. En conclusión: las colas son parte de la Panamericana, así que como conductor debe saber cómo lidiar con ellas.

Es por eso que hemos decidido redactar una especie de manual para que no enloquezca durante el tiempo que permanezca atrapado en su vehículo, que en promedio, suma cinco horas diarias.

-Escuche la radio: No se deje llevar por la desesperación ni se convierta en uno de esos atorrantes que toca la corneta en vano. Sintonice su emisora favorita o coloque su pen drive.

-Lleve material para leer: Nunca debe faltar en el carro algún libro o revista para ojear y pasar el rato. Antes de entregarse al placer de la lectura no olvide bajar los seguros del automotor, subir los vidrios y de vez en cuando chequear que no hay nadie merodeando.

-Conviértase en corresponsal: Bien sea a través de llamadas a la estación radial, por mensajería de texto, o por redes sociales como Twitter, puede tener sus 5 minutos de periodista y aportar datos que ayuden a otras personas bien sea para tomar vías alternas o simplemente quedarse en casa sino tienen que salir con carácter de urgencia.

-Adelante trabajo: De tener acceso a Internet a través de algún dispositivo móvil, puede aprovechar para coordinar reuniones, revisar sus correos electrónicos y responderlos; pautar a sus compañeros de trabajo, leer algún material pendiente; y por qué no, revisar las notificaciones que le han llegado al Facebook, donde generalmente recibe las invitaciones a los eventos y así organiza su agenda.

-Aproveche para estudiar: Estudiante universitario que se respete, siempre tendrá alguna guía que leer, un tema que repasar o un ejercicio numérico que resolver, así que deje la flojera de lado y adelante para que llegue a clases al día con sus asignaciones y pueda disfrutar a plenitud su fin de semana.

-Maquíllese y peinese: En el caso de las féminas, muchas son las que ante el apuro con el que salen de sus hogares, llegan a arriesgarse a chocar, pues se delinean ojos y labios mientras conducen. Si se siente identificada, no se estrese y cada vez que le agarre una cola descomunal, consiéntase, échese crema en las manos, perfúmese, maquíllese el rostro perfectamente y aproveche para cambiar de peinado.

-Haga las llamadas que tenga pendiente:
Siempre hay una persona a la que se aprecia mucho pero por falta de tiempo no se contacta. Aproveche estos momentos para retomar vínculos y cuadrar ese cafecito que dejaron pendiente hace tanto tiempo; también puede ponerse al día con su mejor amiga que también trabaja en Caracas y probablemente esté metida en la misma cola que usted.

-Efectúe transacciones por Internet: Si posee teléfono inteligente o computadora portátil con acceso a Internet, puede aprovechar para cancelar vía electrónica sus tarjetas de crédito, así como los servicios básicos. También puede buscar ese repuesto del vehículo que no encuentra en los comercios visitados o buscar opciones para ir a descansar durante los restantes días de vacaciones y reservar.

-Tome una siesta: Si va en una unidad de transporte público y es de esas personas que todos los días debe pararse a las 4 de la mañana, puede aferrarse a su bolso y ponerlo fuera del alcance de algún mala mañoso y entregarse a los brazos de Morfeo para llegar descansado a la oficina y con ganas de laborar, rindiendo así la productividad.

Recuerde no dejar nada a la vista de los mala conducta; coloque carteras, maletas, computadoras portátiles y cualquier bolso que pueda llamar la atención en la parte trasera del automotor. Si el carro posee aire acondicionado, no dude en encenderlo y subir los vidrios, aislándose del resto del mundo y aprovechando lo que puede ser considerado tiempo libre obligado.


De que vuelan vuelan



Johana Rodríguez
jrodriguez@diariolaregion.net/@michellejrl


La inauguración de la carretera Panamericana fue vista con beneplácito. Muchas personas sólo iban para conocer la imponente vía que pronto se convirtió en noticia por el número de accidentes que reportaba.

Aunque algunos achacaban el incremento en los siniestros a la densa neblina que rodeaba el lugar y la ausencia de defensas, había quienes insistían que eran producto de una aparición.

Mientras las especulaciones iban y venían, las tragedias no paraban, existiendo una muy particular en la década de los 80, cuando una fémina fue arrollada a la altura del kilómetro 33, según relata un abuelito que hace vida en el sector Cumbre Roja que asegura haber vivido en carne propia la espeluznante experiencia que jamás podrá borrar de su cabeza.

“Yo trabajaba en un matadero y esa noche, un viernes recuerdo, decidí quedarme con mis compañeros echándome unos tragos de ron, pero ya a las 12 aproveché la cola con un amigo, lo llamábamos Juancho por cariño, que en paz descanse”, relata no sin dificultad Romero Guzmán, quien suma 80 años.

-Íbamos conversando y después de lo que es hoy la alcabala de la Guardia Nacional (GN) vimos la silueta de una persona. Entre la oscuridad, la neblina y los tragos no distinguíamos si se trataba de un hombre o una mujer, pero como eran otros tiempos durante los cuales la inseguridad no era problema, no dudamos en bajar la velocidad para ver de qué se trataba. Cuando el carro se detuvo por completo descubrimos que no había nada; nos miramos con complicidad y seguimos el camino.

No habían pasado cinco minutos cuando aquellos hombres nuevamente divisaron la misteriosa figura. “Entonces vimos con claridad que se trataba de una mujer de larga melena y vestido holgado, un poco rasgado incluso, pero eso no era lo asombroso. Lo increíble es que quedamos como embelesados y cruzó frente al carro y la impactamos”.

Romero se persigna mientras recuerda vívidamente la tétrica historia que hace que su rostro se ponga lívido como la cera. “El efecto del alcohol se nos fue como por arte de magia. Recuerdo que nos bajamos del carro en busca del cuerpo, pero no hallamos nada”.

Entonces pensaron que se trataba de una mala jugada de la bebida espirituosa que habían ingerido antes de emprender el viaje; que tal vez habían visto una luz de un carro que venía en dirección contraria y que habían atropellado a algún perro, así que nuevamente sus ojos se encontraron, esta vez nerviosos y se montaron en el automotor, un malibú verde oliva.

Para liberar la tensión las risas no se hicieron esperar. “Empezamos a hacernos bromas pesadas en medio de las respectivas groserías mientras revivíamos el episodio, hasta que el silencio llegó para ser interrumpido por un siseo que provenía del asiento trasero.

-Nuevamente nos vimos. Al notar que no había sido ninguno de los dos los responsables de aquel sonido, volteamos, topándonos de frente a la misteriosa mujer que estaba sentada atrás señalando la curva donde minutos después volcamos.



Si la Panamericana hablara


Johana Rodríguez
jrodriguez@diariolaregion.net/ @michellejrl

Corría el año 1953, era buena moza, de piel tersa e invitaba a todos a recorrer sus curvas. Entonces era la más alabada, llegando a convertirse en la más cotizada de su época.

Todos querían conocerla y no dudaban de hablar públicamente de sus virtudes: fresca y un poco fría, carente de accesorios, pero siempre dispuesta a ser visitada.

Tanta amplitud la llevó al agotamiento e incluso a ser la  más odiada, llena de arrugas que delatan el paso inexorable del tiempo y los maltratos físicos de los cuales ha sido víctima.

Se trata de la carretera Panamericana, concebida en sus inicios para el tránsito diario de 14 mil vehículos, pero que según cifras de la gobernación de Miranda, para mediados del 2010 ya sobrepasaba los 120 mil.

Aunque los conductores siempre tienen algo que decir sobre esta arteria vial, en la mayoría de las veces de connotación negativa, en la edición aniversario de La Región decidimos elucubrar sobre el otro lado de la moneda.

Si la Panamericana hablara tendría una voz quejumbrosa, un poco ronca de tanto dióxido de carbono inhalado y con tono triste relataría todo de lo que ha sido testigo en primera fila, pasando desde atracos en las “formidables” colas que se forman ya no sólo durante las llamadas horas picos, las inundaciones durante la temporada húmeda hasta la proliferación de invasiones.


No dejaría de nombrar una de las tantas tragedias anunciadas, cuando cayó una gran roca que aplastó un automotor y mató a su conductor, en hecho ocurrido durante el año 2007, cuando finalmente se dedicaron a la realización de una pared atirantada.

Mencionaría aterrada cómo durante el año 2009 el entonces ministro de Obras Públicas y Viviendas (Mopvi), Diosdado Cabello, fue alcanzado por un motorizado y su parrillero a la altura del km 4 en dirección Caracas - Los Teques para ser robado, hecho frustrado por los escoltas del exgobernador mirandino.

Recordaría el mega hueco del año 2011 que llegó a medir más de 15 metros de largo en el kilómetro cero, a la altura de la Valle- Coche, tras la rotura de una tubería de aguas blancas que llevaba años anunciando que no aguantaba más.

Alzaría su voz contra las autoridades que sólo se acuerdan de hacerle un cariñito cuando algún personero del alto Gobierno va a visitar la capital de Miranda o el calendario anuncia la llegada de algún comicio electoral.

No dejaría de mencionar con un poco de rencor el maltrato de sus supuestos amigos, los conductores, que lanzan basura a su paso y colillas de cigarrillos, provocando incendios cuando la temporada de sequía dice presente.

Eventualmente se reiría de los coloridos personajes que la pisan, desde pedigüeños, pasando por charleros que comienzan con su célebre frase “yo salí de prisión pero no quiero volver a robar” haciendo que hasta el más pichirre colabore, llegando a los más recientes malabaristas que han decidido probar suerte en su asfalto.

No ocultaría su orgullo por ser motivo de disputa entre las autoridades, quienes con la llegada de Henique Capriles Radonski a la gobernación mirandina peleban de quién sería responsabilidad.

Agradecería los planes de bacheo que le han aplicado para devolverle un poco de su jovial apariencia y que hace que uno que otro chofer le lance un piropito, lo cual suele ser recurrente los fines de semana a altas horas de la noche, cuando a alta velocidad gracias al poco tránsito se desplazan los más jóvenes que retornan de alguna rumba y dicen para sí mismos “ojalá la Panamericana fuera así todos los días” o “así provoca”.

Finalmente diría al ritmo de la más reciente canción de Marc Antony que la vida es para vivirla y que carretera que se respeta prefiere ser transitada que abandonada. En fin, que hablen mal o bien, pero que siempre hablen.