miércoles, 3 de octubre de 2012

Relato de Hilda Margarita, sobreviviente de fiebre tifus

“Antes de llegar al final del túnel
escuché murmullos y supe que viviría”

 
A sus 93 años de existencia, Hilda Margarita relata cómo le ganó la batalla a la fiebre de tifus en 1939, cuando apenas experimentaban con la penicilina

Johana Rodríguez
jrodriguez@diariolaregion.net/@michellejrl

LOS TEQUES. La muerte siempre la ha rondado. Primero, con la temprana pérdida un familiar, seguida de la de un pretendiente con el que tenía planes de boda y años más tarde, del amor de su vida: Simón. Pero incluso ella llegó a verle la cara a la “pelona” al punto que  le colocaron los santos óleos. Se trata de Hilda Margarita Sanz Palacios, que a sus 93 años, decidió contarle a los lectores de La Región, cómo venció la fiebre tifus.

Corría el año 1939, recién había egresado de la escuela normal “La Gran Colombia”, y decidió acompañar a sus dos hermanas, Laura e Ignacia a una excursión organizada por el colegio en el río San Pedro de la capital mirandina. Todo fue diversión, hasta que días después del retorno, la hermana menor comenzó a presentar quebranto.

“Pronto se convirtió en fiebre; en Los Teques apenas existían 4 buenos médicos y hasta los exámenes de sangre había que hacérselos en Caracas. La penicilina comenzaba a usarse y sólo podían controlarle la temperatura a punta de duchas”, relata la abuelita desde la comodidad de su cama en Cagua.

22 días después de la pesadilla de Laura, le tocó el turno a Ignacia, quien no contó con la misma suerte, pues poco más de una semana posterior, falleció tras sufrir una hemorragia intestinal. “Recuero que después de eso colocaron un cartel inmenso en la puerta de la casa que decía: ´Prohibido dar el pésame´, porque no querían que mi otra hermana, convaleciente, se enterara”.

En medio de la tragedia familiar y justo 8 días después de la irreparable pérdida, Hilda comenzó a presentar los síntomas de la fiebre tifus y todos creyeron que no viviría para contarlo. “Me puse tan grave y mi aspecto era tan cadavérico que yo misma me preparé para lo peor. Recuerdo que era domingo y se reunieron todos mis parientes alrededor, así como el médico de la familia y me aplicaron los santos óleos”.

En medio de aquel ritual, Hilda, quien no sabe si estaba dormida o inconsciente, comenzó a ver los rostros borrosos hasta que todo dejó de distinguirse e inició el viaje por un largo túnel al final del cual se veía una incandescente luz blanca. “Yo sólo podía pensar que aquello estaba muy sólo y que la luz estaba muy lejos, pero yo seguía caminando en su dirección. De repente empecé a decirme a mí misma que estaba muy cansada para seguir, a la vez que me preguntaba por qué me habían dejado”.

En medio de sus quejas, comenzó a escuchar murmullos, “y me dije que ya no estaba sola”; fue entonces cuando reaccionó y ya escuchaba con claridad que eran sus allegados, quienes lloraban y gritaban que era un milagro, pues había vuelto a la vida.

En medio de la recuperación, su eterno amor, quien entonces estaba internado en una finca en Ciudad Bolívar, llegó a Los Teques. “Yo estaba tan flaca y demacrada que pensé que se iría, pero no, él me vio y me dijo que más nunca se iría de mi lado”, y así fue, pues poco después el buenmozo joven, dos años mayor que Hilda, pidió la mano de quien le diera 4 hijos, 8 nietos y 3 bisnietos.
 

“Después de sufrir esa fiebre más nunca fui al río porque me daba miedo contraerla de nuevo”.